Sebastián Miserendino, CTO de Latinoamérica de Globant
A comienzos de este siglo, el matemático y graduado de Harvard, Paul DePodesta, marcó un punto de inflexión en la historia del deporte. Como asesor del cuerpo técnico de los Oakland Athletics, desarrolló un índice para evaluar posibles fichajes y utilizó el análisis de datos para reducir la brecha de su equipo con los clubes de mayor presupuesto. Su índice consideró estadísticas individuales como velocidad, habilidad para batear, fuerza en el brazo, resistencia mental y reflejos. Los ojeadores de otros equipos se rieron de su modelo poco convencional, pero años después todos comenzaron a implementarlo luego de una temporada exitosa de Oakland. ¿Te suena esta historia? Probablemente la viste en Moneyball , la película protagonizada por Brad Pitt.
Desde entonces, nadie duda de que el análisis de datos impacta directamente en el rendimiento deportivo. En 2015, el físico teórico Ian Graham recomendó a la directiva del Liverpool Football Club contratar a Jürgen Klopp, un entrenador poco conocido en ese momento, proveniente del Borussia Dortmund. Esta recomendación no se basó en ver partidos, sino en un modelo matemático computacional que analizaba pases, tiros y recuperaciones de equipos en las principales ligas de Europa.
Klopp compuso con el club inglés y siguió confiando en los datos. El equipo de Graham se amplió para incluir a un astrofísico, un ex campeón de ajedrez con un posgrado en matemáticas y un doctor en física de altas energías. A diferencia de los Oakland Athletics, el Liverpool sí logró ser campeón: ganó el torneo más prestigioso de Europa y se mantuvo en la cima durante años.

Pero cuando hablamos de avances tecnológicos en el deporte, el aspecto más revolucionario es su aplicación en tiempo real. Con múltiples sensores, los atletas de élite ahora cuentan con análisis detallados de su rendimiento. ¿Para qué? Para mejorar su desempeño y proteger su salud. El ejemplo más claro es la capacidad de monitorear la intensidad, velocidad y frecuencia cardíaca, que al analizarse de manera comparativa, ayuda a anticipar la fatiga o lesiones musculares. Algunos equipos aprovechan esta tecnología para hacer sustituciones durante los partidos, algo que ya se aplica en el baloncesto, el rugby y el fútbol.
La temporada 2025 de Fórmula 1, el deporte más tecnológico del mundo, ha comenzado. Las innovaciones en esta competencia han influido en la industria automotriz, la experiencia de los aficionados y el uso de datos en tiempo real. En un deporte donde cada segundo cuenta, las estrategias dependen de millas de sensores en el auto para comprender su rendimiento.
Este año, la mayor innovación es el Team Content Delivery System , un programa que utiliza tecnología de vanguardia para permitir que los equipos en cajas tomen decisiones en tiempo real con datos, videos y múltiples cámaras, ofreciendo un nivel de análisis sin precedentes. El sistema permitirá el estudio detallado de lo que sucede con cada piloto en una sección específica de la pista. Los equipos deberán aprender a maximizar esta herramienta y aprovechar la información. Para los espectadores, será otro elemento más donde poner su atención.
A lo largo de los años, el entrenamiento físico, la nutrición, el análisis de los rivales e incluso la preparación psicológica de los atletas han sido objeto de estudio para mejorar el rendimiento. En 2025, la Fórmula 1 lo hace ofreciendo tecnología como una herramienta más para los equipos de competición.
Esto no es otro avance, como lo que iniciaron Paul DePodesta o Ian Graham; es un cambio de paradigma, en el que la propia organización proporciona la tecnología como punto de partida para que los atletas alcancen sus mejores resultados. Los datos ya no son el privilegio de unos pocos pioneros, ahora están al alcance de todos. El desafío es cómo aprovecharlos.
Además de su pasión y adrenalina, este año la Fórmula 1 también nos dejará una lección valiosa aplicable a cualquier ámbito de la vida: en un mundo lleno de datos, la verdadera ventaja la tienen aquellos que saben interpretarlos y actuar en consecuencia. Al igual que en una carrera, las decisiones deben tomarse sobre la marcha.